miércoles, 22 de octubre de 2014

Seguir jugando

Creo a veces que intentar definir qué es escribir o, mas bien, qué significa en la vida de una persona, es una labor ardua, por no decir imposible. Y tal vez un poco inútil. Para qué tener tan claro por qué lo hacemos? Mejor simplemente hacerlo. Pero de todas formas uno no puede evitar ser invadido por pensamientos filosóficos y metaliterarios, intentando responder el por qué de tan riesgosa ocupación. 

Yo, en estos trances, he llegado a la conclusión de que la escritura es para mi un juego. Sí, lo sé, no es una teoría nueva, muchos lo han dicho antes de mi y seguramente muchos lo harán después. Pero es que no se me ocurre otra. Además creo que es acertada y lo acertado no tiene por qué ser original. Y, lo más importante, es que el otro día vi un video de Liniers donde decia lo mismo. Eso acabó por convencerme. 

Y entonces, ya habiendo llegado a esta conclusión, me fijé en una de las repisas que cuelgan de mis paredes -la que además ostenta el honor de ser lo único rosado de mi pieza- y recordé que me pertenece desde mi más tierna infancia. Para ser más precisa, fue uno de los primeros muebles que mis papás me regalaron, junto con la primera cama que reemplazó mi cuna. Obviamente, me bajó la nostalgia y, más importante aún, recordé que por mi casa aún rondaba una foto de la famosa repisa por esos años. Buscando y buscando al final la encontré y tomé la foto de más abajo. Conclusión totalmente acertada entonces y comprobada de forma tangible.

Al final, lo único que hice fue cambiar los objetos, pero la acción es la misma: jugar, jugar y jugar. Hacer lo que uno quiere, porque al final no hay mundo que te pertenezca más que los que creas tu mismo o aquellos que otros parecen haber creado especialmente para ti. 

Ahora mismo, juego mientras escribo una novela -o lo que qiuere ser una novela- y leo un libro de Cornelia Funke y otro de Sherlock Holmes. Creo que incluso lo paso mejor ahora jugando así que en esos tiempos, aunque nunca se sabe. Quizás la memoria me engañe. 


Sí: me gusta k me lean




Sí, la verdad me gusta que me lean, pero muy pocas veces lo han hecho. Mis papas nunca me leyeron cuando era niña, aunque si me hicieron ver muchas películas. Supongo que siempre quise que me leyeran, pero como me daba verguenza pedírselos mejor leí yo sola.

A veces en voz alta, la mayoría en silencio, como a los 13 años empecé a leer como si alguien me apurara, cuando en realidad a nadie le importaba que yo leyera. Incluso creo que a mis papas no les gustaba mucho al principio; por lo menos comprarme libros no les gustaba. Nunca les he preguntado qué pensaban cuando su hija mayor empezaba a quedarse más en la casa con un libro en la mano y a salir menos a la calle a jugar con otros niños. Quizás les daba lo mismo, quizás me miraban con susto, con un mal presentimiento.

Después vino Harry Potter y mi obsesión y ahi no les quedo de otra que comprarme sus libros, porque yo no quería nada más. Y si hay algo que ellos nunca pudieron hacer fue negarme un regalo que yo les pidiera con insistencia. Así que poco a poco, a regañadientes, me fueron regalando mis primeros libros. Tal vez pensaran que algún día se me iba a pasar, pero no, en realidad fue peor. Me obsesioné con los libros, los libros como objeto y ya no paré de comprarlos o de pedirlos para la navidad o el cumpleaños.  

Pobres papás, cuánta plata han gastado en libros.

Pero igual da lo mismo porque no cumplí mi primer sueño, el que me leyeran, en voz alta, así como en las películas. Quizás algún día, aunque ahora, la verdad, se vería un poco ridículo. Mejor me leo yo sola.